por Sebastián Meresman
BUENOS AIRES.- Dylan Reales, un talentoso golfista de 12 años que vive en la Villa 31, una de las zonas más pobres de la ciudad de Buenos Aires, anhela ser “el número uno del mundo”, mientras sus vecinos lo ven como un ejemplo para los chicos del barrio que sucumben ante las drogas y el delito.
En la Villa 31, un asentamiento precario ubicado en el corazón de Buenos Aires, la delincuencia y las drogas hacen que la seguridad sea un bien escaso. Tal vez por eso lo primero que le llamó la atención del golf a Reales fue “la tranquilidad”, dijo en diálogo con EFE.
“Me empezó a gustar el golf de chico cuando lo miraba en la televisión. Me encantaba sobre todo por la tranquilidad”, señaló Reales, quien tiene un hándicap excelente para su edad e incluso ha ganado varios torneos juveniles.
“Le pregunté a mi abuelo si podía jugar al golf pero me dijo que era un deporte caro. Me puse mal porque a mí me gustaba”, señaló.
Entonces, su abuelo Julio Reales tomó dos maderas y le construyó un palo de golf improvisado.
“Yo salía a la calle y le pegaba a todo lo que me encontraba, lo llevaba a todos lados”, contó Reales.
A los 8 años, intentó inscribirse en las canchas municipales del barrio porteño de Palermo, donde había clases gratuitas para menores de 12 años, pero allí uno de los empleados le dijo que no podía anotarse “por ser de la villa”.
“No me dejó anotarme porque somos villeros, gente pobre, humilde. No me quiso aceptar”, relató.
A pesar de la desilusión, Reales quiso ir a ver cómo entrenaban los chicos golfistas y allí el profesor le dijo que, si iba los sábados, él le iba a dar clases.
“Tengo muchos amigos. Ahora que estoy en la Asociación Argentina de Golf todos se juntan conmigo. Salimos a jugar y charlamos mucho. Los chicos siempre me quisieron, a ellos nunca les importó de dónde vengo”, sentenció.
Reales es una celebridad en la Villa 31. Los vecinos lo saludan por la calle con mucho cariño y se enorgullecen de que el barrio sea la cuna de una joven promesa del golf.
“Todos me dicen que soy un ejemplo, me siento así. Hay muchos chicos que están drogándose, consumiendo marihuana y todas esas cosas. Eso es muy malo, porque después dejan el estudio y se arruinan la vida. Después tienen que ir a robar para tener algo para comer en la mesa. La verdad es que es muy feo eso”, afirmó.
“Los chicos deberían ir a estudiar, terminar la secundaria, tener una carrera y vivir bien. No tiene nada que ver que seas de la villa, lo único que hay que hacer es estudiar y esforzarse”, dijo.
Sus logros no son exclusivamente producto del talento innato, sino que son el resultado de la combinación de una férrea determinación con un exhaustivo entrenamiento.
Reales asiste a clases de martes a viernes, los sábados juega torneos y los domingos practica alguna técnica concreta.
En su carrera, también ha recibido el apoyo de muchas personas.
Una de ellas fue el entrenador argentino de la Liga de Quito ecuatoriana y ex seleccionador de Chile, Claudio Borghi, quien hace unos años le regaló a Reales un juego completo de palos de golf.
El joven golfista acude a clases gratuitas es distintos campos, que también le permiten participar sin costo en los torneos, mientras una de las principales marcas de palos a nivel internacional le regala los elementos necesarios para entrenarse y competir.
Hoy, Reales tiene “todo gratis” en el campo municipal de golf de Palermo, donde practica para ser “el número uno del mundo” en este deporte.
“Siempre pienso en eso. Mi abuelo y yo ponemos todo nuestro esfuerzo para que yo pueda practicar más todos los días”, aseguró.
Uno de sus principales ídolos es el argentino Ángel Cabrera, campeón del Abierto de los Estados Unidos en 2007 y del Masters de Augusta en 2009.
Sin embargo, el joven dijo que no quiere parecerse a nadie: “Quiero tener mi propio estilo de juego y que, si llego a ser bueno, que digan: ‘Mirá, así jugaba Dylan Reales'”.
EFE.